jueves, 19 de abril de 2012

Recordando a Juan Larrea y Gerardo Diego

Bidebarrieta Kulturgunea ha organizado dos jornadas con el objetivo de recordar la obra de Gerardo Diego y Juan Larrea, autores de la Generación del 27. La presentación de esta tarde ha estado a cargo del poeta José Fernández de la Sota a la que ha acudido CEPA Erandio.
La sesión ha incluido un recital de poemas de ambos autores interpretados por Andrea Uña y Udane Goikoetxea.
Fernández de la Sota ha hecho un resumen de la amistad entre Gerardo y Juan desde que se conocieron en otoño de 1912 en la Universidad de Deusto. Este hecho se considera como el embrión de la Generación del 27.
Juan Larrea (Bilbao, 1895 - Córdoba, Argentina, 1980) es un poeta que escribe mayoritariamente en francés y se inscribe dentro de la corriente surrealista. Archivero de profesión, comenzó su labor literaria en las revistas ultraístas Grecia y Cervantes, donde en 1919 publicó sus primeros versos. Militó luego en las filas del creacionismo animado por el fundador del movimiento, V. Huidobro.
En 1926 se trasladó a París y fundó junto con C. Vallejo la revista Favorables París Poema, cuyo primer número incluía un manifiesto de carácter surrealista escrito por él. A partir de ese momento decidió adoptar el francés como idioma poético para, una vez rotos los vínculos con la lengua materna, alcanzar la máxima libertad creativa de acuerdo con los ideales del movimiento.
En 1930 Larrea dejó de escribir poesía y viajó a Perú con objeto de estudiar las culturas precolombinas. 
Durante la Guerra Civil donó su colección incaica, en la que había invertido toda su fortuna, al pueblo republicano español. Al terminar la confrontación pasó a México, donde intervino en la fundación de las publicaciones España Peregrina y Cuadernos Americanos. Más tarde, tras una estancia en Estados Unidos, ejerció como profesor en la Universidad de Córdoba en Argentina.

Gerardo Diego nace en Santander el 3 de octubre de 1896 en el seno de una familia de comerciantes -su padre tenía una tienda recordada muchos años más tarde en Mi Santander, mi cuna, mi palabra. Cursó estudios en el Instituto General y Técnico, donde tendría como maestro a Narciso Alonso Cortés, que muchos años más tarde contestaría su discurso de ingreso en la Real Academia Española. Muy niño aprende a tocar el piano; la música le acompañará ya siempre e impregnará su poesía. 
Estudia Letras en la Universidad de Deusto, con Juan Larrea como compañero, y se examina en la Universidad de Salamanca con Miguel de Unamuno, entre otros. En 1916 terminaría la carrera en la Universidad de Madrid. En 1918, en El Diario Montañés, publica el cuento "La caja del abuelo", su primera obra literaria. Por esas fechas pronuncia una polémica conferencia en el Ateneo de Santander con el título de "La poesía nueva".
Obtiene, por oposición, y ante un tribunal que preside Emilia Pardo Bazán, la cátedra de Lengua y Literatura del instituto de Soria, en 1920, por lo que se traslada a vivir a la ciudad para trabajar en el mismo centro docente en el que lo había hecho Antonio Machado. Con el primer sueldo se costea la publicación de su primer libro de versos, El romancero de la novia, mientras que su nombre aparece en colaboraciones en las revistas más avanzadas del momento: Grecia, Cervantes, Reflector, etc. Luego vendrán los contactos de nuestro poeta y Juan Larrea con Vicente Huidobro, a quien conocen en 1921 y visitan en París en 1922, mientras aparecen sus primeros libros vanguardistas -Imagen y Manual de espumas- y prepara el que obtendría, en 1925, el Premio Nacional de Literatura: Versos humanos. Por estos años desempeña su cátedra en Gijón, en el Real Instituto Jovellanos.

La amistad con los poetas más jóvenes -Guillén, Dámaso Alonso, Salinas, Alberti, García Lorca- genera en 1927 actividades que tendrán trascendencia histórica singular: crea la revista Carmen, con su suplemento, Lola; organiza las ediciones conmemorativas del centenario gongorino -a él le correspondería llevar a cabo una magnífica Antología poética en honor de Góngora-; y participa en la famosa excursión a Sevilla, posando con sus compañeros en la conocida fotografía generacional en el Ateneo de la ciudad andaluza. Realiza a partir de entonces viajes que dejarán huella en su poesía, tanto por España -Galicia, sobre todo- como por Latinoamérica -Uruguay y Argentina. En 1932 lleva a cabo su histórica Antología 1915-1931 de poetas contemporáneos en la que forman, junto a poetas consagrados, los que constituían la nómina central de la "joven literatura". Y, a partir de ese año, ya catedrático en Madrid, después de algunos otros en Santander, participa directamente en reuniones y tertulias muy trascendentes para la historia literaria española. En 1934 se casa en Toulouse y en Sentaraille (boda civil y religiosa) con la estudiante francesa Germaine Marin, que habría de ser su compañera inseparable durante toda su larga vida. A final de año realiza su viaje más prolongado, a las Islas Filipinas, en misión cultural. Trasladado de nuevo a Santander, veranea en Sentaraille, en el Pirineo francés, donde en julio de 1936 le sorprende el inicio de la guerra civil. No regresaría a la capital cántabra hasta su toma por el ejército nacional, en el verano de 1937. Es entonces cuando se incorpora, tras la inevitable depuración, a su cátedra, que, finalizada la contienda, trasladaba al Instituto Beatriz Galindo de Madrid. En este centro permanecería hasta su jubilación.

Los difíciles años de posguerra no le impiden ser uno de los primeros poetas en publicar libros en España y, así, en 1940 aparece Ángeles de Compostela, y en 1941, Alondra de verdad, junto a Romances y Primera antología de sus versos. La actividad literaria del poeta es muy conocida y respetada, por lo que no es extraño que en 1947 fuese elegido para ocupar un sillón en la Real Academia Española, en la que ingresaría con un discurso sobre una estrofa de la Jerusalén conquistada de Lope de Vega.
Los años siguientes serán de intensa actividad, con la publicación de nuevos libros, homenajes, viajes y premios nacionales e internacionales, entre los que destaca el Calderón de la Barca, en 1962, por su única incursión teatral: su retablo escénico El cerezo y la palmera. Recibe también el Premio de la Société des Poétes Françaises. El reconocimiento por parte de la nueva España vendría en 1979 con la concesión del Premio Miguel de Cervantes, que compartiría con Jorge Luis Borges, y que sucesivamente recibirían todos los poetas de su generación menos Vicente Aleixandre: Guillén, Alonso, Alberti. Su muerte, el 8 de julio de l987, cierra una dilatada dedicación a las letras, caracterizada por el polifacetismo: poeta, profesor, crítico literario y musical, estudioso de la pintura, aficionado taurófilo y tratadista de la fiesta, ocasional dramaturgo, comentarista de actualidad en la prensa, lector constante, pianista consumado...




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